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SEDUCTOR DE LA AMIGA DE SU SOBRINA
A Moradillo de la Ribera, cerca de Aranda de Duero, Burgos, llegaron, un día de vacaciones de fin de semana, una viudita, o separada honrada, con una hija que tiene, y la sobrina, también separada, con dos hijas que tiene doncellas y guapas.
Paseando sus calles en chándal, visitando las bodegas del Cotarro donde se eleva la Iglesia con su Cementerio, yendo caminando de una fuente a otra que dan a la carretera de La Sequera, paseando los caminos rupestres que llevan a la Ermita o la Aceña, ésta con un riachuelo que, en otros tiempos, hicieron las vacas meando, la amiga se sintió tan feliz que puso interés por comprar una bodega justo al lado de la del tío de la amiga, que es de su tía.
El tío, que estaba bajo mínimos en la cuestión del Amor de pareja, y porque el macho, instintivamente, anhela conocer otras hembras, pensó en rondar por carta a la amiga, el próximo lunes cuando volvieran al trabajo, pidiéndole a su sobrina el correo de la amiga con la voluntad y buenos deseos de darle a conocer su interés por ella, diciéndole a su sobrina que la escribía por el asunto de la bodega.
Su sobrina se le dio, que era un correo de empresa, aprovechando el tío para escribirle una carta donde explayarse y decirle a la amiga que él estaba a su disposición desde las orejas hasta el rabo, sobre todo el físico y la moral de su rabo, ahora, en estado de rebosar erudición amorosa, patentizando las bellas calidades, la honra y la gloria que él había encontrado en ella. Que reflexionase y no le privase de este honor que creía merecer por ella.
La carta no surtió el efecto con el que soñaba el tío, sino todo lo contrario. Ella se la enseñó a su sobrina, siendo monumental el grito y el clamor ruidoso que mostraron las dos hacia este tío asqueroso, repelente, hasta el punto de no perdonarle, y dejarle de hablar para siempre. Y, más, cuando la hija de ella les contó que, con el tío, fueron las tres a los columpios que están junto al campo de fútbol, donde él las hizo poner a su ribera, junto a la portería, abriendo el agua que le riega, mojándolas enteras.
Que, sentadas en un banco con el tío, él les dijo:
-Si queréis montar sobre mis rodillas, yo seré vuestro caballo, y vosotras, la que quiera, será la potrilla que relincha en esta tierra de la Ribera sobre ellas.
Yo, primero y, delante de mí, una de ellas, montamos con gusto por ver y sentir esta interesante carrera sobre las rodillas del tío sin saber adónde nos lleva, pues nos apretaba fuerte contra su bajo vientre diciéndonos que si mirábamos al cielo podríamos adivinar la Arabia, Egipto y Grecia.
«Al paso, al trote, al galope» decía jadeando sentadas las dos sobre sus rodillas imitando los pasos de un caballo. Lentamente al pronunciar ¡al paso¡; aumentado la velocidad de las piernas al decir ¡al trote¡; y, más aún, cuando pronunció ¡al galope¡ sintiendo en mi braga, por ser la primera, que llovía sobre mojado, estimulando nuestro sentido.
Esto
le supuso al tío ser tratado como un cuadrúpedo,
mereciendo el desprecio total de todas ellas; de las madres y las
hijas. Recordando el tío que, el domingo por la tarde, cuando
cogieron el coche de su sobrina para regresar a Madrid, él
tuvo una mala premonición, pues, al despedirse, las cinco le
sacaron la lengua.
DANIEL DE CULLA